Home Page Image
 

Edición-2020.png

Selección de textos y documentos:

Doralicia Carmona Dávila

© Derechos Reservados
ISBN 970-95193

Este Sitio es un proyecto personal y no recibe ni ha recibido financiamiento público o privado.

 

 
 
 
 


Discursos de Vicente Lombardo Toledano y de Gordón Ordaz, embajador de España, en el mítin de apoyo a la república española.

Julio 26 de 1936

 

Pronunciados en el mitin que tuvo lugar en el Teatro Principal de la ciudad de México.

 

Hace cinco años, cuando cayó la monarquía, los intelectuales de México celebraron juntos el acontecimiento, aun cuando parezca paradójico, y declararon ante la opinión nacional y ante la opinión del mundo, llenos de regocijo, que España había realizado una revolución ejemplar, sin necesidad de sangre, sin necesidad de atropellar los derechos establecidos, sin necesidad de interferir las relaciones espontáneas de los hombres, y que ese ejemplo debería servir al pueblo de México para rectificar tantos errores que a diario en este país cometen las masas, sus líderes y los caudillos circunstanciales de la Revolución. Los que no somos intelectuales, los que no somos ricos, pero que estudiamos a fondo y con atención profunda los problemas de carácter social, no dejamos de sonreír piadosamente ante el regocijo desbordante de esos buenos observadores de la trayectoria histórica.

En esos días, el grupo brevísimo, pero por ello valioso, de españoles residentes en México, que constituyeron el grupo llamado "Socialista Español de México", me invitaron para que yo diese una conferencia en la ciudad, explicando la situación de España y haciendo algunas consideraciones en relación con su futuro inmediato. Solicitado que fue el Casino Español, y negado que fue -por supuesto- para que yo diera en ese local la conferencia, nos cobijamos bajo el techo del Orfeó Catalá, y entonces dije estas palabras que repito ahora, no porque hayan sido confirmadas por la experiencia y me atribuya un poder de adivinación, sino porque la Historia está sujeta a leyes inflexibles, del mismo modo que los demás hechos de la naturaleza: "Cuando la República Española deje de ser una simple estructura formal, y se convierta en un régimen nuevo que subvierta el orden económico establecido en España, la República Española dejará de ser una bandera simpática para los ricos y para los explotadores del pueblo español, y se convertirá en una maldición para la casta explotadora."
Eso ha ocurrido fatalmente: el primer movimiento del pueblo español fue un movimiento de ilusión, creyendo en la eficacia de las transformaciones formales de un régimen público; pero los mexicanos que, además de estudiar los hechos recordamos en nuestra propia carne, en nuestro propio espíritu lo que significa un simple cambio de nombres, en simple cambio de sistema jurídico en un país que necesita ser transformado en sus bases, no podíamos tener ninguna esperanza respecto del cambio de España monárquica en España republicana, si la República no iba al fondo del problema español, si no iba a acabar con los latifundios, si no iba a acabar con el enorme patrimonio del clero, si no iba a acabar con los salarios de explotación y de hambre de los mineros y de todos los obreros industriales; si, en suma, no iba a romper con todo el pasado vergonzoso, semifeudal y oprobioso de la monarquía. (Aplausos.)

Dije entonces que habría de llegar la Revolución, y llegó: Octubre en Asturias fue el preludio; hoy vivimos la segunda etapa de la Revolución; no será, por supuesto, la última. Triunfador el pueblo español, o vencido en este movimiento fascista, la Historia de España ha entrado en una nueva etapa cuya duración nadie podrá predecir, pero cuyo resultado final sí podemos asegurarlo.

Hace un año apenas, tuve necesidad de estar en Madrid, en el mes de septiembre -va a cumplirse el año-; en la primera reunión que tuvieron los dirigentes de Partido Socialista Obrero Español, después de la Revolución de Octubre, todavía largo Caballero estaba en la cárcel; pasé un día completo con él, conversando en la prisión; después nos reunimos en la noche, en una reunión privada, los representantes de los Partidos y yo. Se hizo un análisis de la situación en España, de la composición del propio Partido Socialista, de la necesidad del Frente de ¡os trabajadores en el terreno sindical y político; se hizo un análisis, asimismo, de la situación europea y, finalmente, del panorama del mundo, los partidarios de la unificación pelearon amistosa, fraternalmente, pero de un modo rudo, con los opositores dentro del propio Partido Socialista, para crear la unidad de las masas. No olvidaré jamás en mi vida aquella sesión secreta y solemne para mí. Tenía la experiencia fresca de mi viaje a la Unión Soviética; tenía el recuerdo vivo de lo que estaba realizándose en Francia. Ya para entonces las dos organizaciones sindicales de Francia se habían asociado; los compañeros de España me dieron la impresión de que estaban siguiendo el ritmo del Mundo y que había que tener en ellos una perfecta confianza y una gran esperanza, no sólo para los campesinos y obreros españoles, sino también para el proletariado mundial. Y esta impresión ha realizádose plenamente para todos nosotros.

Hemos seguido paso a paso esta afirmación de la nueva táctica de lucha basada en la experiencia propia y ajena, y hemos visto cómo los millones de campesinos explotados, de obreros y trabajadores intelectuales, cuya gran masa de mujeres y sus victoriosos jóvenes se han asociado en la hora de prueba dando un ejemplo, cuya importancia se ha subrayado ya aquí con palabras exactas; por eso, a pesar de que en México en los últimos días hemos estado viviendo horas de una importancia excepcional para nosotros, a pesar de las fatigas que han tenido que coronar necesariamente nuestros esfuerzos, no quisimos que pasara la semana sin que se reunieran los representantes de los trabajadores españoles de todos los matices y los representantes de la organización proletaria de México, para enviar nuestra adhesión al pueblo de España y para rendir nuestro homenaje al pueblo español, y para hacer votos fervientes y entusiastas por el triunfo definitivo del pueblo oprimido. (Aplausos.)

Hemos querido que en este mitin breve, pero importante por esa significación, expusieran los representantes de los diversos sectores del pueblo español sus puntos de vista. No podíamos haber hecho otra cosa, porque tenemos el deber de ir en socorro, aun cuando sea lejano, pero sincero, de todos los que luchan en todas partes del mundo por crear una humanidad mejor. Y en México, sobre todo, independientemente de nuestra convicción internacionalista, los mexicanos trabajadores tenemos que suplir esa voz que no se escucha, de tanto paria español de México que tienen una ideología burguesa y de explotadores. Tuvimos que suplir a estos malos españoles a quienes algunos camaradas han calificado de canallas y de traidores, pero que en realidad no son responsables si se analiza su situación en México, no son responsables de su conducta. El hecho se debe a que los españoles que vienen a América, especialmente a la América latina, en su gran mayoría vienen con la idea de hacer fortuna rápida y fácilmente; son todavía encomenderos los que llegan a México, y cuando hacen fortuna aquí, en lugar de vincularse al país en los intereses de sus masas, viven una vida de pequeños feudos y, con el objeto de garantizar su esperanza, ni siquiera toman asalariados mexicanos sino que importan asalariados españoles, y estos asalariados españoles que vienen a México en calidad de mercancía llegan, a pesar de que van a ser explotados, y lo saben, con el propósito de ser a su turno, mañana, los substitutos de sus extorsionadores, para quedarse con el negocio del patrón al que van a servir en ultramar.

Es un sistema de vida; es que México, país semicolonial es, además, todavía un país semifeudal; es que todavía la Colonia no ha muerto definitivamente en nosotros, y es que a pesar de los siglos y no obstante la transformación profunda que el mundo ha sufrido, los españoles creen que hay la posibilidad de venir nuevamente a la vieja colonia, a la vieja tierra explotada por ellos; por esa causa los españoles residentes en México en su gran mayoría pertenecen mentalmente a los explotadores de México, porque en su país han sido los explotados, y creen que el salir de allí podrán venir en calidad de raza superior, a realizar una nueva hazaña histórica.

Este hecho explica la conducta de los españoles que radican aquí; no debe, pues, extrañarnos su actitud frente al problema vital de independizar a su Patria; nosotros no podemos, sin embargo, dejar de extrañarlo. Muchas veces hemos levantado nuestra voz protestando porque en la misma capital de la República, en la ciudad de México, la jornada mínima de trabajo para los españoles asalariados de las tiendas de abarrotes, de las panaderías, de las cantinas, sea una jornada de catorce a dieciséis horas; muchas veces hemos delatado la situación; pero nada hemos podido hacer hasta hoy, por diversos motivos; no por eso hemos de desistir en nuestro empeño de hacer ver a los españoles residentes en México cuál es su papel y de qué lado está la garantía de su verdadera libertad.

La Confederación de Trabajadores de México rinde, pues, este homenaje de admiración, de gratitud y al mismo tiempo de estímulo para los camaradas que en España luchan en estos momentos decisivos, defendiendo no sólo sus intereses de clase, sino los Intereses de toda la Nación Española. Sabemos bien lo que para el mundo europeo significaría la caída del Gobierno Republicano y su reemplazo por un Gobierno de tipo fascista; sabemos, asimismo, lo que significaría el triunfo de las derechas para la América Latina y finalmente para la composición del proletariado internacional.

Por eso tenemos que vivir atentos a la hora, no perder un instante en nuestro apoyo moral, ya que otro no hemos podido darles; por eso tenemos que impedir que se organicen fuerzas antagónicas al proletariado español en México, ya sean fuerzas de mexicanos o fuerzas de españoles. Puede tener la seguridad el compañero García Urrutia que denunció la existencia de un grupo que trata de organizar la falange española en México, que la Confederación de Trabajadores de México disolverá inmediatamente la falange española fascista de México. (Aplausos.)

Si no hemos permitido, ni permitiremos la Falange mexicana, la organización de los dorados, si estamos dispuestos a acabar con todos los brotes de tipo fascista criollo que tratan de inmiscuirse en la política nacional, con mayor razón hemos de impedir, como lo hemos hecho, el desarrollo de los camisas café, manejados por ciertos funcionarios de la Legación Alemana, como hemos de impedir la organización de la Falange Española, prohijada en la obscuridad de los despachos de los españoles ricos residentes en México. (Aplausos.)

Siempre hemos propugnado por el derecho de asilo; seguiremos insistiendo en el deber que todo país tiene de abrir sus puertas a los perseguidos por razones políticas, pero los exiliados por hechos contrarios al destino humano, no pueden ser tolerados en ningún país. (Aplausos.) Denunciaremos, pues, no sólo a la Falange Española, y la disolveremos en su oportunidad, sino que pediremos que se les aplique el 33 constitucional (aplausos) para los españoles responsables intelectualmente de esta clase de asociaciones. Por fortuna, el representante del Gobierno y de la Nación española en esta ocasión no es un tipo de derecha, y está aquí con nosotros confundiéndose con un pueblo que ama al suyo entrañablemente (aplausos). No hay, pues, el peligro de que el Embajador de España presente una queja ante la Secretaría de Relaciones Exteriores porque el proletariado mexicano pida la expulsión de un derechista español en México (aplausos). Todos de común acuerdo, todos vibramos al mismo ritmo, todos estamos luchando por los mismos propósitos, con modalidades propias de cada país, de acuerdo con las posibilidades materiales y humanas de la hora, pero esta razón que nos une y nos distingue al propio tiempo, es un motivo fundamental para que nuestro estímulo en la hora de la lucha sea más grande que nunca, y nos sintamos más cerca de nuestros camaradas españoles. (Aplausos.)

México fue una Colonia de España, una Colonia de España que luchó contra el Gobierno español por independizarse; ahora nos toca, por ventura, levantar nuestra voz para buscar la independencia de España; no es para buscar una autonomía, como si fuese ella Colonia; es para decir que estamos de acuerdo en que realice su independencia, ahogando para siempre la estructura semifeudal que todavía la caracteriza, y dé a su pueblo verdaderas normas democráticas para garantía de la inmensa masa desheredada que todavía lo caracteriza.

El año pasado, a simple trayecto de la frontera de Francia a Madrid, cuando uno observa con atención lo que ocurre, le basta un detalle cualquiera para confirmar estudios anteriores y meditaciones muy grandes, después de haber llegado a la Capital y de haber confirmado por labios de los más autorizados representantes de su Pueblo lo que allá ocurrió, saqué la conclusión de que España todavía necesita sacudirse de un modo brutal, definitivo, enérgico, una serie de enemigos que, como verdaderos pulpos, están estrangulando su mejor sangre, y están colocando al margen de la verdadera civilización y del progreso a España. Tuve la sensación de que España estaba colocada en la fila de corredores, de deportistas prestos a partir a la primera señal, pero que le había tocado, desventuradamente, el lugar peor de todos para la competencia internacional, el de un corredor que, compitiendo con corredores bien entrenados, tuviera que realizar el esfuerzo con un hombre a cuestas; España vive con una serie de instituciones y de factores sociales que pesan gravemente sobre su cuerpo, seriamente, sobre su espíritu. Mucha de las cosas que en México hemos repudiado, muchos de los defecto que los define, cuando uno llega a España se explican rápidamente in ningún discurso, sin ninguna teoría.

Por eso necesitamos gritar muy alto, esparcir nuestra voz por todo el Continente Americano, pedir actos parecidos al de hoy en todas las Repúblicas de la América Latina para que, unidos, estrechamente vinculados los ciento veinte millones de seres que formamos, tiendan sus manos a través del Atlántico al proletariado español, y este acto nuestro contribuya a aumentar la fe del proletariado español en sus propios destinos.

No será éste el último acto que la C.T.M. realiza en favor de España; fue el primero; tuvimos que hacerlo con urgencia, por los motivos apuntados al principio, pero era nuestro deber reunirnos antes que otra cosa ocurriera, no podíamos permanecer impasibles ante el drama gigantesco que se desarrolla muy lejos de nosotros, pero muy cerca de nuestro corazón. (Aplausos.)

Tuvimos que estar, a pesar de las cosas domésticas, pendientes de lo que allá acontecía y, triunfador el pueblo, como yo lo deseo y lo espero, o vencido circunstancialmente, el proletariado mexicano, el proletariado de la América Latina seguirá siendo un amigo leal de la libertad española y de la verdadera autonomía de ese país. Yo espero, pues, camaradas, que este hecho sea un motivo de propaganda entre tojo el pueblo de México, para denunciar las causas verdaderas de la rebelión militar y conservadora.

Y para concluir, quiero ver si he interpretado bien a la Asamblea, a los oradores de los distintos sectores políticos y sociales de España, proponiendo las siguientes conclusiones: I. Enviar al Gobierno Español y a todos los Partidos que integran el Frente Popular, la adhesión del proletariado mexicano en estos momentos de dura prueba. (Aplausos). II. Felicitar a las tropas leales al pueblo, a la clase obrera y campesina y al Gobierno que al armar estas clases ha dado un ejemplo al Mundo entero de decisión y eficaz energía en la lucha contra el fascismo. (Aplausos).- III. El proletariado mexicano espera que una vez aplastada la insurrección militar fascista, el Frente Popular vigorizado constantemente con la aplicación de drásticas y justas medidas revolucionarias, aniquile para siempre a la reacción en España. (Aplausos.)
(Versión taquigráfica de Gregorio Martínez Dorantes.)

 

Discurso pronunciado por el C. Gordón Ordaz, Embajador de España.

Pronunciado en el Mitin que tuvo lugar en el Teatro "Principal".

En nombre del Gobierno del Frente Popular que represento en México, no como diplomático, sino como político, os doy las gracias a los dirigentes y masas que integráis la Confederación de Trabajadores de México, por este acto magnífico de verdadera solidaridad entre pueblos que sufren.

No son, ciertamente, las galas postizas de la vieja diplomacia las que unen a los pueblos, porque no viven en contacto con ellos (Aplausos); es esta diplomacia nueva, con sangre y con nervio, que sabe sufrir como el pueblo, y que entre el pueblo encuentra su única y legítima aspiración. (Aplausos).

Yo soy uno de los republicanos ingenuos a que aquí se ha aludido con insistencia; educado, como todos los republicanos españoles de izquierda, en la doctrina de amor y de tolerancia, creíamos que los hombres que habían gozado de todos los privilegios en nuestro país, se habrían dado cuenta, ante el espectáculo maravilloso del doce y del catorce de abril, de que la hora de que fueran cediendo voluntariamente algo de sus privilegios inauditos en favor de los eternamente explotados y que habían sabido aguantar siempre con paciencia inigualada en el resto del mundo, y por eso quisimos ser tolerantes y humanos. Buscamos que no hubiera profusión de sangre, porque creíamos que a todos los hombres se les puede convencer para llegar a los extremos de verdadera fraternidad humana. y de ahí que durante el primer bienio en que gobernamos juntos socialistas y republicanos pretendimos realizar por medio de la Ley la revolución pacífica. Ya fue un aldabonazo para la triste perspectiva, aquella insurrección del diez de agosto de 1932, en la que, recordando viejas militaradas del siglo XIX, un General a quien la República había colmado de honores se levantó traidoramente y sin ningún pretexto contra ella... (se escuchan mueras a Sanjurjo). Dejadlo en paz, porque su propio destino le ha hecho aplicar la sentencia que el Gobierno español generosamente no quiso aplicarle. (Aplausos).

Y a pesar de lo que aquello significaba nuestra generosidad inagotable, la generosidad de todo el pueblo español, hizo que se indultara a todos los que habían ocasionado aquella perturbación. No han sabido agradecerlo. Nosotros luchando dentro de la Ley, acudimos, contra las bárbaras corrupciones del bienio derechista, en propaganda por todos los pueblos de la Península, tratando de elevar el espíritu y atrayendo las voluntades y fuimos a una nueva lucha electoral que presidió un enemigo nuestro con el designio de arrebatarnos el triunfo, pero el resultado fue tan arrollador que no hubo posibilidad alguna de deshacer nuestro éxito. Estábamos en el Poder con plenitud de derechos, por delegación plena de toda la democracia, en ejercicio del sufragio electoral más puro, puesto que ninguno de nosotros intervino para nada en él, y contra todos nosotros se emplearon las viejas artimañas caciquiles.

Y he ahí que cuando comenzaba el Gobierno del Frente Popular a realizar en España nuevamente una labor pacífica, pero ya no teórica sino real, efectiva, en los destinos mismos de los dos grandes enemigos que España tuvo siempre: la iglesia y el gran terrateniente (Aplausos); cuando se iba a la substitución efectiva de la enseñanza embrutecedora que las órdenes religiosas realizan en nuestra patria; cuando ya entraba de verdad la Ley Agraria en el campo, y en tres meses se asentaban cerca de ciento cincuenta mil familias proletarias para vivir del sudor de su trabajo, sin explotadores intermedios; cuando se hacía esta obra sin perjudicar a nadie, sin hacer daño a nadie, entonces se estaba incubando, como yo demostraré aquí, por medio de una serie de artículos que habré de publicar, por los jefes de la oposición parlamentaria, esta rebelión militar, ya que los militares de alta categoría en España siempre tuvieron, salvo escasísimas excepciones, el raro y triste privilegio de ser los lacayos de la aristocracia y del clero. (Aplausos).

Y así se planteó la lucha, inopinadamente; no hay peleando al lado de estos generales, jefes y oficiales insurrectos, ni un solo elemento de la población civil, más que aquellos desdichados y montaraces residuos de las guerras carlistas que, por vivir metidos dentro de las abruptas montañas de Navarra, todavía no se han enterado de lo que es el mundo. (Aplausos).

Ved, amigos proletarios de México, ved, qué virtudes tan extraordinarias encierra el bueno, el verdadero pueblo español: con todo el ejército en frente, los soldados, los pobres soldaditos ateridos por la brutalidad de los jefes que los encañonan para llevarlos a la batalla, se resisten sin embargo, como lo demuestra el espectáculo admirable del rendimiento del cuartel de La Montaña, donde los soldados, cuando supieron que estaban sitiando el cuartel proletarios amigos, se fueron por encima de sus jefes a unirse a los obreros y republicanos. (Aplausos).

Y ved, como frente a todo el ejército que tenía en su poder los parques militares más surtidos, se levanta sin embargo la voz del Gobierno, y a su alrededor la de todos los líderes obreros. Creyeron los miserables autores de esta rebelión que porque había discusiones internas en el Partido Socialista, el proletariado estaba muerto; no sabían que lo objetivo se deja siempre cuando peligra lo substantivo. (Aplausos). Estaban mal enseñados. Cuando el general Primo de Rivera estornudó un día en Barcelona, aquel pobre diablo que dirigía los destinos de España, el Marqués de Alhucema, echó a correr espantado y dejó el Poder, y creyeron que todos los hombres que vestimos traje civil somos como aquel pobre títere.

Pero ahora no: ahora se encuentran con un Gobierno popular, con un Gobierno que tiene el designio de transformar honda y radicalmente a España, y aunque no tenía ejército de qué echar mano, y aunque estaba circundado todo Madrid de cuarteles llenos de hombres dispuestos a salir contra la República en el momento que les tocara el turno, supo organizar la resistencia, y la población entera, con un espectáculo que pocos ejemplos parejos tendrá en la Historia, dijo en el momento que era preciso: ¡Presente y a la lucha! (Aplausos).

Las modistillas madrileñas, sobre las cuales tantas estupideces han escrito los poetas cursis, que creyeron que eran juguetes de placer o de ilusión, dejaron el arma tan inofensiva que es la aguja, para empuñar el fusil que jamás habían visto cerca de ellas y, confundidas con los hombres, han luchado en el asalto de los cuarteles, y en el propio momento en que se decide el drama del Guadarrama, la batalla más importante que ha de darse en esta revuelta, son también estas mujeres hermosas y delicadas, acostumbradas a la vida de la ciudad, quienes trepan junto a los hombres por los riscos montañosos, sin que les pese para nada el fusil que llevan en la mano para defender la libertad de España. (Aplausos).

Por eso, los que tenemos la inmensa desgracia de estar en estos momentos tan lejos del sitio donde nuestro brazo y nuestra sangre hacen falta, tenemos que agradecer con el alma que el espíritu popular mexicano haya vibrado con el mismo dolor conque vibramos nosotros, y yo transmitiré, en un mensaje cálido de vuestra simpatía, una inyección de entusiasmo a quienes luchan sabiendo que al defender la República en España, están defendiendo el imperio de la verdadera democracia en el mundo. (Aplausos).

No lo dudéis un momento, proletarios mexicanos y españoles que me escucháis: el triunfo será rotundamente nuestro (Aplausos), porque en España el triunfo en todos los momentos decisivos de su historia no fue nunca de los ejércitos, sino de los pueblos (Aplausos), de este magnífico y ejemplar pueblo español que está hoy levantado con ardor verdaderamente maravilloso, con el ardor de quienes han proclamado que no quieren la guerra como instrumento político, pero precisamente porque no la quieren no toleran que nadie se las haga! (Aplausos).

¡Ya pasó para siempre la ingenuidad republicana en España! Os lo dice un hombre que viene luchando desde su infancia en las filas de la República; un hombre que tiene el pensamiento tan lejos como puede tenerlo el que más en cuanto a los postulados de justicia social, que creyó que se podría llegar a ella lentamente, despacio, pero dentro de las normas legales y sin efusión de sangre. No soy yo, son ellos quienes me han convencido de que eso es imposible. (Aplausos).

Estad seguros de que en estos momentos dramáticos, la misma evolución que dentro de mi espíritu se ha operado, se operó ya en el espíritu de todos los republicanos dirigentes de las masas españolas, de todos. ¡Ellos lo han querido! Nosotros fuimos con ansias de paz; ellos vienen con clarines de guerra, y puesto que guerra quieren, guerra tendrán. (Aplausos).

Como para asustamos, a los que somos republicanos, se nos dice por las gentes de alma arrugada y encanecida, que con haber armado a los obreros el Gobierno republicano va a correr un peligro, y yo pregunto: ¿cuál? ¿el establecimiento del comunismo en España? I Antes que cualquier militarismo, los republicanos queremos el Comunismo en España! (Aplausos).

Hemos estado siempre los republicanos, desde que se instauró la República, siendo los únicos verdaderamente conservadores que había en el país; toda nuestra atención se fijó en ir atrayendo a la masa obrera hacia la lucha legal dentro la República; los esfuerzos realizados por nosotros fueron inauditos, y tuvieron éxito. Pero mientras nosotros, ejerciendo de conservadores, realizábamos esta labor, los que en España se llaman conservadores emprendían la bárbara labor demagógica de injuriar a los socialistas, a los comunistas, a los sindicalistas, y a nosotros los republicanos. No comprendían que lo que hacíamos era atraer a la lucha legal, dentro de la República, a los obreros. Decían que éramos nosotros los que íbamos a la lucha de violencia. No bastó ni siquiera nuestra abstención durante la Revolución de Asturias; no bastó toda nuestra propaganda, toda nuestra actitud; ellos siempre decían: “Los republicanos no están más que al servicio de Moscú por intermedio de los socialistas”.

Llegado el triunfo del Frente Popular en España antes que en ninguna otra parte del mundo, hecho que no nos pueden perdonar los conservadores. Los socialistas y los comunistas, en representación de todo el proletariado español, subscribieron un pacto de gobierno con nosotros, en el que no hay ni un solo postulado socialista, ni un solo postulado de lucha de clases. Lo subscribieron con la ingenuidad que, por ejemplo, existiendo en el programa del Partido UNIÓN REPUBLICANA, a que yo pertenezco, el postulado de la nacionalización de la Tierra, bastó que otro Partido Republicano no quisiera subscribirlo, para que los socialistas y los comunistas aceptaran que no se subscribiere dicho postulado. Hasta ese extremo se fue transigente.

Y cuando se hacen estas cosas, cuando se agotan todas las medidas para realizar una labor constructiva dentro de la República; cuando siendo -os los dice un republicano- mayoría sobre nosotros las fuerzas obreras, éstos, sin embargo, prestan su generoso y decidido apoyo al Gobierno, sin participar en él. Cuando se agotan los esfuerzos mayores para establecer la paz entre los españoles, y esa paz se perturba un día y otro con provocaciones individuales, con provocaciones colectivas, asesinando incluso a los oficiales del Ejército que se consideraba que eran republicanos; cuando se intenta matar dentro de su casa a Largo Caballero y los asesinos frustrados no son sancionados en ninguna forma; cuando se intenta matar a uno de los hombres más eminentes de España, afiliado al Partido Socialista, el penalista insigne, señor Jiménez de Asúa, y a los asesinos no se les hace nada; cuando hay una justicia corrompida al servicio de estos intereses muertos; cuando hay un Ejército que no quiere defender otra cosa más que eso, ¿qué íbamos a hacer los republicanos? ¡Que venga lo que tenga que venir, que nosotros lo recibiremos como se merezca! (Aplausos).

¡Nada nos asusta a los republicanos españoles que esté en la distancia, delante de nosotros, de nuestros ojos! Para atrás no tenemos nada que ver; lo de atrás es camino recorrido; nos falta por recorrer un camino inmenso para llegar al ideal; quisimos ir andando lentamente; ellos nos impulsan a ir en aeroplano. Lo tomaremos. (Aplausos).

Y ahora, nada más sino celebrar con toda sinceridad que el primer acto público, después de la operación que hube de sufrir en esta maravillosa ciudad, lo haya realizado entre obreros, que son mis hermanos. (Aplausos). Yo he proclamado en todas partes que tengo un blasón de nobleza que no cambio por ninguno de los que ostentan con tanto orgullo los aristócratas españoles: yo soy hijo de un albañil y de una criada de servicio, (Aplausos), y cuando por el sacrificio enorme de mis padres que quizás les costó vigilias muy dolorosas, yo pude estudiar y me elevé con mi propio y exclusivo esfuerzo, pues yo no debo nada más que a mis padres, no soy como tantos tránsfugas que cuando se elevan por el pueblo que les sirve de pedestal, no hacen otra cosa sino dar al pedestal un puntapié y olvidarse de donde procedieron. (Aplausos). Yo no: yo proclamo con el mayor orgullo: Elevé mi inteligencia con el trabajo, saliendo de las filas anónimas del proletariado, y empleo mi inteligencia siempre que puedo, en todas las ocasiones, en poner lo que yo pude aprender a fuerza de trabajo y de estudio, a la disposición de los que necesitan de mí. (Aplausos).

Por eso siento esta íntima satisfacción, y también yo os digo como vuestro líder Lombarda Toledano, que no será esta la última vez que yo hable con vosotros; ahora he venido a agradeceros con toda emoción, con toda cordialidad, en nombre de mis hermanos y hermanos vuestros también, que en España luchan por defender la libertad y el porvenir de la República, que otro día, otros días, hablaré con vosotros de gran cantidad de problemas que hay en España, y cada uno de vosotros estará pensando que este hombre ha recorrido México y está hablando de los problemas de México, porque hasta este punto es similar vuestra situación a la nuestra.

Amigos proletarios de México: muchas gracias en nombre del Gobierno de la República, muchas gracias, y sabed que allá, todos los que sienten el ideal republicano, vibran con la misma emoción y tienen los mismos propósitos que acabo yo de manifestar ante vosotros para el día en que, vencida la rebelión militar, después de los castigos inexorables -ahora no habrá piedad-, juntos todos iremos a constituir la Patria nueva, que sea espejo en que se miren tantas Patrias oprimidas como hay en el mundo. (APLAUSOS).